El verano había pasado rápido, sin darse cuenta las amarillas hojas ya caían a través de su ventana. Mientras tanto, en la indecisión de elegir que iba hacer con su tiempo futuro, los pensamientos le oxidaban, como oxidan los otoñales rayos de sol al verde de las hojas.
¿Por qué? ¿Qué iba a hacer con su vida? Todo ello, pensamientos invernales.
Seguía pasando el tiempo. Sus fríos pensamientos estaban acordes son el blanco que existía más allá de su ventana. Se negaba a salir de su casa. Tenía miedo, miedo de la gente y su comportamiento.
Los víveres los conseguía de la tienda ambulante que todos los jueves a las doce y veinte minutos paraba delante de su casa. Esperaba que todos sus vecinos comprasen y el tendedero intentara cerrar la puerta del camión.
Su cárcel, su libertad. Libertad reprimida por sus pensamientos, por ser diferente entre iguales, por ser una rosa en un campo de margaritas, la belleza entre la desigualdad, la negrura y la monotonía.
Vivía esperando un encuentro,una primavera que como poeta, nunca existiría para él, pero un buen día, éste encuentro de presentó ante él, en forma de persona.
El día que decidió recibió un paquete de comida a domicilio vio la luz. La bella repartidora parecía deslumbrar, y con un esfuerzo sobrehumano, la invitó a pasar. Pero las relaciones humanas no son fáciles, o eso pensaba, porque cuando la mujer entró a su casa y le dijo: "Son 12 Euros más la voluntad", el la contexto dándola un billete de 20 Euros: "Mi voluntad es tu voluntad".
La bella mujer parecía sorprendida, pues en un mundo sin valores, en un mundo vacío, aun quedaba gente diferente.
El la invitó a pasar a su salón, y la sorpresa de ella fue enorme cuando descubrió su enorme estantería llena de libros.
Ella le preguntó cómo debería ser la lectura de un buen libro, a lo que él la contestó: "La buena lectura es la que se hace con el corazón y no con la cabeza".
Al atardecer salieron al balcón, por el que se vislumbraba un increíble cielo nuboso, algo que no les importó y comenzaron la lectura de su libro favorito. Por primera vez se lo leía a alguien, por primera vez se sentía feliz y mientras comenzaban a caer los primeros copos del invierno la lectura cesó, tornándose en un cálido beso de invierno.
Escrito por Al, Taro y Grossi
He cambiado un par de cosillas para que quedase un poco mejor, espero que a los otros dos autores no les moleste ^^