miércoles, 3 de septiembre de 2008

Epitafio

Amanecí temprano, era uno de esos días en los que lo mejor es quedarte las veinticuatro horas pegado a la cama como un gusano de seda se pega a su capullo antes de nacer. Aun así, decidí levantarme y hacer algo para variar.
Hacía años que vivía una vida monótona y sin contratiempos de las que no existen en las series de televisión, hasta que, mientras desayunaba mi leche con galletas el timbre resonó en toda la casa. No me apetecía abrir. El desconocido seguía insistiendo con su curiosa forma de llamar que me recordaba a un tiempo pasado. Me acerqué a la puerta. Con la curiosidad que siente un niño al descubrir algo nuevo abrí la puerta.
Mi primera reacción fue la de sorpresa. Su cabeza, redonda como una sandía hacía años, se había convertido en un gracioso melocotón. Le invité a pasar y tras una alborotada pero interesante conversación acabamos en la cama de nuevo, sin arrepentimiento, como entonces. Pero, su forma de hacer el amor había cambiado, sus movimientos, su brusquedad en las palabras había sufrido tal cambio respecto a nuestra conversación que no parecía el mismo, de echo, no era el mismo. Sus facciones se habían tornado violentas, con un gesto de satisfactoria venganza, ya no era él mismo, ya no era yo.

"No abras la puerta sin mirar,
podría ser alguien conocido"

2 comentarios:

grossi269 dijo...

Santi, terrible de buenos todos tus últimos post en el blog.
Me vas a hacer reinventarme y buscar algo bueno y nuevo. Felicidades tío

Taro dijo...

xD
gracias n_n
pues ya sabes, a reinventarse xD
aunque ya me han dicho un par de personas que el texto de la iglesia les ha gustado, asique no te infravalores GANSOOOOOO