martes, 7 de julio de 2009

Desde el cielo

Flotaba entre el cielo y el suelo sin tener su lugar en la tierra.

Brillaba, pero sólo unos cuantos sabían admirar su belleza.

Respiraba odio, y cuando expiraba, salía amor de sus pequeños pulmones.

Siempre acudía a su cita en el horizonte sin pedir nunca explicaciones, y sin tener nunca compañía.

Era la solitaria de la noche, y él lo sabía.

Lo sabía demasiado bien.

La adoraba y en los atardeceres enloquecía.

Enloquecía, y en un afán de llamar la atención de su amada, se clavaba cientos de puñales, esparciendo su sangre al horizonte.

Danzaba canciones de guerra, y maldecía a una estrella envidiosa.

Estrella que codiciaba la atención de los seres humanos.

Estrella destinada a morir día tras día.

Estrella gracias a la cual un día la noche y el atardecer se conocieron.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que maravilloso relato!!

que mal es ser esclavo de los malos sentimientos... seria bien ser esclavos de los buenos y así poder respirar la verdadera libertad.

Namasté.