Lentos copos de nieve caían por toda la ciudad, mientras que centenares de personas caminaban a paso rápido por el centro de la ciudad, buscando un buen lugar donde poder calentarse.
En medio de todo ese bullicio se encontraban dos siluetas inmóviles que tras una pequeña charla se despedían.
El chico tenía un aire despreocupado y vestía unos vaqueros oscuros junto con una cazadora negra, mientras que ella iba con un chandal y una cazadora de montañero.
Tras cinco minutos de conversación rápida, ambos separaron deseándose unas felices vacaciones de invierno, y prometiéndose quedar un día a tomar un café caliente en su bar preferido.
Una vez que ambos se dejaron de ver, el chico sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo encendió, mientras paseaba lentamente disfrutando de la primera noche de nieves del invierno. Se puso su MP3 y empezó a tararear por lo bajo algunas antiguas canciones de Rock.
Cuando estaba a punto de llegar a su casa su móvil sonó advirtiendo que la llamada era de un número privado. Lo cogió, y al momento se quedó inmóvil. Parecía que toda la felicidad que desbordaba hubiese sido congelada por ese ambiente invernal. Blasfemó por lo bajo y empezó a llorar maldiciendo a todos los Dioses.
Tomó una dirección contraria, y se dirigió a una calle menos céntrica donde le esperaba un coche. En él le esperaban dos siluetas más, ambas con los ojos rojos de tristeza.
- ¿Cómo ha pasado? ¿Qué cojones ha pasado? ¿Por qué? ¿Por qué ahora?
- Lo siento Alan. Los 3 han sido abatidos a tiros. Creemos que puede haber sido un atentado terrorista.
- Pero… ¡joder! Mis viejos andan limpios. Ellos nunca han hecho daño a nadie… Y menos mi hermana.
Sin más explicaciones arrancaron el coche y se dirigieron al tanatorio de la localidad en un silencio irrompible.
1 comentario:
Esto se supone que continuará,
¿no?
Aunque... dejándolo así... tiene su aquel.
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