martes, 12 de agosto de 2008

Érase una vez una triste sombra en un mundo ciego, donde nunca llegaban los rallos del sol. El mayor anhelo de esta sombra era poder dar forma a un objeto, y muy triste se preguntaba el por qué de su existencia.
Un día oyó decir al silencio que si buscaba a través del espacio, podría encontrar un sol, el cual podría proyectar la luz suficiente como para que su existencia tuviese significado.
Viajo junto a un cometa, y una vez que encontró un sol se dispuso a hablar con él.
- Hola sombra. ¿Por qué has venido hasta aquí?
- Porque me gustaría ser la sombra de alguien. Si no, ¿para qué existo?
- ¿Y renunciar así a tu libertad? Si realmente quieres ser la sombra de alguien, deberás renunciar a tu libertad, y deberás tomar todo tipo de posturas imposibles y vergonzosas. Dime, ¿por qué renunciar a un mundo donde eras libre, y donde viven tus semejantes?
La sombra muy aturdida pensó y dijo lo siguiente.
- Porque todos en nuestra vida necesitamos de alguien que nos guíe. Es ley de vida. Luz-oscuridad, vida-muerte. Acaso, ¿no sería triste un mundo sin sombras?

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