viernes, 4 de septiembre de 2009

Oda a una cantimplora

La felicidad tenía un precio, y ese precio eran 10 Euros.
10 Euros bien invertidos, 10 Euros que salvaron la vida a un pobre peregrino.
10 Euros, el precio de una cantimplora.
Una cantimplora azul, como el cielo que nos acompañaba, envuelta en una tímida funda negra, como la noche en la que caminaban nuestros destinos.
Los mejores forjadores de cantimploras hicieron la mía especial.
Era mágica.
Cuándo bebías de ella, cerrabas los ojos y podías ver un manantial.
Un frescor llenaba mi boca. Era el agua que emanaba de mi cantimplora.

Pero la felicidad, como todo en esta vida, no dura para siempre.

¡Maldito mal nacido! ¡Sinvergüenza el ladrón que me la arrebató!
Privaron a mi cantimplora de su mosquetón. Y a mi me privaron de mi cantimplora.

El mundo es demasiado cruel. El mundo es demasiado cruel.

El cielo lloraba. Nuestras vidas se consumían. Ya no había sitio para la felicidad. No había frescura en nuestras vidas.

¡Oh cantimplora mía como te hecho de menos!
Si aún pudiese beberte…

Era 31 de Julio.

Era el día de la cantimplora caída en batalla.

Era el día en el que mi corazón quebró.


¡Nunca te olvidaré!

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